O algunos de los elementos indispensables para poderlo realizar bien. Por Camilo Riveros Vásquez.
En semanas recientes el teniente alcalde Eduardo Zegarra anunció que ya se está coordinando para realizar una edición de la franquicia del mega festival Rock in Rio en Lima, el año 2014. Esto despierta la alegría de los ciudadanos-consumidores-cultores de músicas globales, pues trasciende la exclusión que históricamente ha alejado al Perú de las giras de artistas de renombre internacional.
Paralelamente, se ha comenzado a reflexionar en la prensa formal acerca del fracaso económico que implicó la realización de diversos “megaconciertos” durante el año que pasó. El hecho es que durante el 2011, sólo casos como el de Paul Mcartney tuvieron el éxito esperado. La saturación de oferta, hace que el público tenga que elegir entre varias opciones, con lo cual varios eventos de artistas “esperados” como la “estrella” fabricada por Disney, Miley Cirus y el entrañable Sir Elton John, tuvieron pérdidas de entre un cuarto y casi medio millón de dólares.
El hecho de que se comience a hablar públicamente acerca de las pérdidas en estos eventos masivos, mientras la Municipalidad Metropolitana de Lima anuncia Rock in Rio, puede no ser casual. Es importante recordar que la MML era uno de los principales clientes de los medios de comunicación oficial, puesto que la gestión anterior gastaba varios millones de soles anuales en publicidad y la actual gestión se rehúsa a gastar en dicho rubro. El problema para los medios no es tanto la eficiencia de la presente gestión, si no la pérdida de uno de sus principales clientes.
Mientras esto ocurría en Lima, en Santiago, se realizó por segundo año consecutivo la edición de la franquicia Lollapalooza Chile, convocando a 114 mil personas entre los dos días de duración del festival. Este evento incluyó 6 escenarios y una grilla de artistas chilenos, latinoamericanos y globales vigentes e interesantes. Esta edición del festival superó en varios elementos la primera edición y ofreció presentaciones memorables (como las de Gogol Bordello, Foo Fighters y Crystal Method) pero tuvo FUERTES problemas, que afortunadamente no terminaron en ningún incidente fatal.
Si un evento de dicha envergadura se realizara en Lima, sin que los habitantes cambien sus hábitos y las gestiones municipales generen otras condiciones para su realización, es muy probable que no podramos decir lo mismo. Es decir, el público se puede morir en un festival masivo en malas condiciones, literalmente.
Elementos a transformar
Es necesario que los funcionarios y autoridades, así como la gran mayoría del público asuman que “las artes NO se realizan por generación espontánea”. La noción de que hacer artes y sobre todo música depende de la “inspiración del artista” deja a las personas que practican artes como “iluminados” o como “vagos” y en cualquier caso está lejos de la realidad. Tal como señalamos en el breve artículo “¿Por qué hacer música es trabajo?” para la concreción de la experiencia musical se realizan gran cantidad de labores para las cuales se requiere capacitación y responsabilidad. Para hacer conciertos o festivales, es una cosa muy diferente pedirle al personal que haga el evento y otra cosa hacerlo uno mismo y saber qué es lo que ello implica.
Las autoridades no lo saben y explotan a sus trabajadores para poder hacerlos, ellos lo realizan por una conjunción entre vocación de servicio a la ciudad, placer personal y necesidad laboral. Pero no es imposible que un gobierno local realice eventos sin expedientes de Defensa Civil completos o que los proveedores de estructuras tengan sólo un arnés para la protección de todo el personal que instala los escenarios. Esos hábitos a la fecha no han cobrado más víctimas que el prestigio de los involucrados.
Mucho se ha comentado entre los participantes de las escenas musicales alternas, que el público peruano en su gran mayoría, no ha desarrollado hábitos de convivencia en eventos masivos musicales. Es decir “en el Perú no hay una cultura de conciertos” mayoritariamente difundida.
Tal como señalé en la crónica del Festival de los 7 mares, mucho del público actúa como si se estuviera haciendo cola para llegar al escenario, impidiendo el tránsito de las personas al interior de la gran masa de gente que es el público de un concierto; además de vigilar, reprimir y castigar las expresiones festivas, lúdicas o catárticas propias de los eventos musicales masivos. Muchos de los asistentes desean que “no los toquen” ¿Cómo es esto posible ante una gran masa de gente que presiona por ver a los artistas? Son pocas las ocasiones (como la presentación de Pearl Jam en Lima) en la que el público sabe a qué se atiene y permite que se desarrollen distintos niveles de interacción entre los artistas y el público, que van desde el baile-deporte de contacto que es el pogo frente al escenario, hasta el estar tranquilo ubicándose más atrás. No tiene sentido que los peruanos no dejemos que la gente transite “porque nos van a quitar el sitio” o pedir que la gente no salte, baile, ni poguee pensando que “se están peleando”.
Estas condiciones culturales, de hábitos de convivencia, no van a cambiar mientras no se fomente el desarrollo de los circuitos musicales locales. No es posible constituir un mercado fértil para las músicas globales en el Perú, mientras los músicos locales que cultivan esas músicas sean sistemáticamente excluidos de los medios de comunicación oficial y el acceso a recursos para la producción.
Ni es posible que los artistas globales vigentes sean acogidos por el público peruano, mientras los medios masivos de comunicación oficial sigan repitiendo la oferta musical de la década del ochenta. En una reciente entrevista al productor Coqui Fernández en el programa Pulso Empresarial de Canal N, el entrevistador hizo gala de ignorancia y falta de preparación, pero eso sólo es un síntoma de la oferta en el dial.
Consideramos que el público sólo puede aprender a convivir en mega conciertos internacionales, asistiendo a conciertos locales. Y sólo cuando el público local priorice pagar la entrada a un concierto, antes que gastar el mismo monto en alcohol, las agrupaciones musicales podrán costear una mejor logística que les permita ofrecer presentaciones en óptimas condiciones. No es una cuestión de “sucio lucro” si no de afirmar las artes como profesión digna, con lo cual se pueden optimizar las condiciones de producción.
El problema también parece estar en que si el público peruano desea recibir a «grandes artistas internacionales» lo hace xenofilia y ganas de ver al “artista”. Sin caer en cuenta que en nuestros contextos locales hay artistas que musicalmente no tienen nada que envidiar. Pero profesionalmente se da una relación asimétrica, cuando los músicos buscan ser profesionales el contexto no lo es, o cuando el contexto es profesional, los músicos no necesariamente saben cómo comportarse. Actualmente, vivimos procesos de profesionalización de la autogestión. Para realizar mega festivales internacionales, es indispensable que los circuitos locales se fortalezcan.
Es importante destacar que, gracias a la realización de los conciertos internacionales que ya se han producido, al margen de las pérdidas para sus organizadores, el Perú SI cuenta con los equipos de sonido adecuados para realizar ese tipo de eventos y cuenta con personal capacitado, al mismo tiempo empírico y erudito, como Alejandro Juárez, Andrés Bacigalupo o Yayo Wilson, que son una excepción a la regla, pues mientras ellos saben ser stage managers, muchos músicos y organizadores aún desconocen que dicha función existe y que es la única herramienta indispensable para que los eventos se den ordenados, puntuales y con una correcta gestión de recursos.
Pero a pesar de los avances logrados por personas y agrupaciones musicales concretas, hay elementos físicos en la ciudad de Lima que hay que solucionar para poder realizar correctamente un mega festival con varias decenas de miles de personas. Y estos elementos son responsabilidad de los gobiernos locales y de los ciudadanos simultáneamente.
Local: No hay espacios públicos en Lima en capacidad de albergar de manera adecuada a más de 30 mil personas, junto a más de dos escenarios, en jornadas de 8 a 12 horas de música continua, permitiendo la visibilidad y seguridad de los asistentes. Habría que habilitar espacios específicamente con este fin. Un festival internacional como Rock en Río o Lollapalooza, acoge entre 30 y 100 mil personas diarias.
Transporte: Lima no cuenta con un sistema de transporte integrado en capacidad de transportar de manera ordenada y segura a las decenas de miles de asistentes a un mega festival internacional. El Metropolitano no cuenta con suficientes unidades, las rutas de buses (a ser eliminadas pronto) no necesariamente van a ser reemplazadas por un sistema que articule la ciudad en función de las dinámicas de los habitantes y por más que se busque renombrar a la histórica estafa del Tren Eléctrico como “Metro de Lima” la ciudad no cuenta con un metro o sistema de trenes para el transporte público.
En el caso de Lollapalooza, el metro colapsó y los moretones de nuestros brazos no son producto del festival si no de la marea de gente empujándose por llegar a las puertas del metro, que eran cerradas y abiertas por carabineros (policía chilena, in-coimeable) Si esto se da en una ciudad donde hasta los perros y palomas respetan los semáforos y las zebras peatonales ¿Qué ocurriría en Lima?
Seguridad: En diversos festivales hay público que no lo es. Hay personas que asisten a festivales internacionales con la explícita intención de robarle a los asistentes, que están distraídos viendo al artista por el cual están pagando.
Por otro lado las empresas de seguridad formal, no cuentan con personal capacitado para conciertos. Si el público piensa que la gente que poguea se está peleando, peor es la actitud de los miembros de seguridad, que consideran legítimo golpear lo más posible al público que asiste a hacer lo que se hace en un concierto. Lamentablemente el personal de seguridad, muchas veces es reclutado por el hecho de ser personas corpulentas y con manejo de su fuerza. Los casos de abusos y hasta robos por parte del personal de seguridad al público peruano son incontables, incluyendo casos de personas en coma o con ligamentos rotos. Es indispensable exigir que el personal de seguridad esté capacitado en atender eventos musicales y que cuide al público, no únicamente a los equipos.
Limpieza: Los peruanos, sean del estrato social u origen cultural del que provengan, tienen unos nefastos hábitos de limpieza en el espacio público. A veces pareciera que los ciudadanos conciben el suelo como un gran basurero que un personal invisible e invisibilizado limpiará eventualmente. Es normal que un festival musical acumule varias toneladas de basura, pero de darse en Lima, es muy probable que los hábitos de convivencia realicen daños en el espacio público utilizado.
En ese sentido (y no sólo por eso) es indispensable que se comiencen campañas bajo el concepto de “tu barrio es tu casa” o “Lima es tu casa” y que se brinden las herramientas para que la gente comience a darse cuenta que es también su responsabilidad mantener los ambientes en los que viven en condiciones saludables. A nadie le gusta que en la esquina de su casa aparezcan pequeños cerros de basura y no es justo tampoco con el personal de Relima y diversas empresas de limpieza encargadas de lidiar con ellos.
La música como desarrollo humano: Un elemento fundamental a transformar es la noción de la música como mero espectáculo para el entretenimiento con objetivos mercantiles o proselitistas. Esa idea, que omite las muchas otras funciones sociales de la música; como el ser elementos de comunicación, educación y formación humana; hacen que sea un elemento más para la política del “Pan y circo”, sin pan (y con todo el respeto a las artes circenses)
Si no se solucionan estos problemas, la realización de mega festivales internacionales, sería básicamente con la intención de entretener a la población antes que de educarla o fomentar su desarrollo humano, cuando, evidentemente, hay muchos más problemas por solucionar.
La Municipalidad Metropolitana de Lima y los habitantes de la ciudad debemos trabajar juntos (al margen de posiciones políticas partidarias) si deseamos poder convivir sanamente en nuestra ciudad y si eso sirve para hacer festivales, pues mejor.